domingo, 1 de abril de 2012

¿Y AHORA QUÉ?



Desconozco si el tanto por ciento sobre la incidencia de la huelga que nos dicen unos y otros, es correcto; si los funcionarios pararon el 65% o el 70%; si se cumplieron los servicios mínimos en los ambulatorios y en el transporte; desconozco casi todo, pero lo que puedo dar fe es que el pasado día 29 muchísimos conciudadanos se echaron a la calle para protestar por la pretendida reforma laboral que se nos viene encima. O por otras razones, que de todo habrá y están en su derecho. Así que llamarla “huelga sargento”, en vez de general, como ha manifestado un alto político local, también “general” por cierto, no deja de tener su gracia, pero deja constancia que ese día no pasó por la Florida, o por la Plaza de la Virgen Blanca en donde, como en la bajada del Celedón pero al revés, miles y miles de personas manifestaban su descontento. Ahora, algunos se preguntan - ¿para qué?, el gobierno de Rajoy no va a cambiar nada – y tienen razón: la cerrazón que demuestra, en boca de su ministra, no es obstinada, es simplemente obligada por los que mandan en esta Europa que tanto se preocupan por los mercados y tan poco por los ciudadanos. “Hay que hacer política con el corazón, pero desde la razón” defiende un antiguo ministro socialista, preocupado por el tiempo que la socialdemocracia lleva librando batallas equivocadas y que confunden a todos, empezando por ellos mismos. – Pero, ¿qué razón? - ¿Aquella que pregona que los servicios públicos son el doble de costosos e ineficientes que los privados? – esa razón, insuficientemente demostrada y engañosamente comparada, nos conduce sin duda hacia la privatización de todo en aras de la “eficiencia” del mercado. Son las viejas teorías neoliberales que con tanto ardor aplicó el Reino Unido en tiempos de Margaret Thatcher y quebraron los antiguos principios de libertad, igualdad y fraternidad, que heredó la socialdemocracia de la Ilustración. De nada vale la opinión de muchos expertos, algunos premios Nóbel entre ellos, que avalan que otra política económica es posible. Rajoy no cambiará -¡buenos somos nosotros! Ah, y lo de la huelga, cuatro que quieren alborotar -.

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