En las últimas semanas todo pasa por Sevilla. Antes fue el congreso del PSOE, con un resultado tan igualado y políticamente correcto, que tuvo que anunciar una conferencia política para definir el proyecto a seguir. Puede ser que cierta precipitación en la convocatoria hiciese necesario estos ajustes posteriores, pero en aras a la economía de medios, hubiese sido muy deseable salir con los deberes hechos y un proyecto político que ofrecer. Es lo que tiene presentir una nueva debacle electoral: que hay que resituarse. Esta semana ha sido el PP el llamado a debatir sus ideas y proyectos en la misma ciudad, y es de esperar que el resultado sea más definitorio que el de su oponente político. Tendremos ocasión de comprobar si las enmiendas que “secularizaban” al partido eliminando el término “cristiano” de su carné de identidad prosperan, o se mantiene esa genealogía que con ahínco defendieron en su fundación. También deberán solucionar el conflicto, según algunos semántico, entre la defensa de la libertad de los homosexuales y el matrimonio de los mismos. Si tienen los mismos derechos podrán casarse, pero no llamarlo matrimonio, aunque si tienen los mismos derechos ¿por qué no llamarlo igual? En fin, esperemos que lo aclaren. Ellos o el Tribunal Constitucional, al que recurrieron. El EAJ-PNV no nos angustia con temas de tanto calado político. Simplemente están a los suyo en ese larguísimo proceso de renovación de sus órganos directivos sin que se trasluzcan las diferencias programáticas. Aparte de lo de la independencia, el pacto amable, el ámbito vasco de decisión o la rémora de seguir en España, - principio de todos los males, según algunos - todavía no se nos desvela su proyecto político y social, para salir de la crisis. Bildu sigue mostrando su cara amable para desesperación de algunos que querrían más movimiento y aunque no llega a grandes acuerdos con los adversarios tampoco nos ofrece salidas fuera del tono habitual. En una palabra: que seguimos en el agujero sin que las ofertas esperanzadoras aparezcan. Solo nos queda protestar, aunque tampoco en esto nos ponemos de acuerdo.
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