Una semana más de angustias, miedos y vacilaciones en todas las esferas. La laboral que no acaba de encontrar esas fórmulas mágicas que combinen los intereses de los trabajadores con el de los empresarios. La económica, que vuelve a sentirse zarandeada por las agencias de calificación que nos ponen en "revisión para una posible rebaja", lo que dicho en roman paladino significa que cada vez somos menos solventes a la hora de pagar nuestras deudas; y la política, tanto externa como interna a los partidos políticos, que han iniciado en algunos casos sus procesos de renovación de ideas, proyectos y también personas responsables de llevarlos a cabo. El Lehendakari nos anuncia que se retiran los escoltas a los viceconsejeros del gobierno, a los que aún los conservaban claro, y vuelve a hacer llamamientos para coordinar y armonizar la política fiscal en los tres Territorios, lo que desde las Diputaciones, celosas, de sus competencias, se critica. Como verán: todo armonía dentro del caos. Navegando por estas procelosas aguas, el ciudadano queda perplejo ante algunas medidas que se toman que tan poco tienen que ver con las que se prometían. El PP sube los impuestos en España, en contradicción con todas las teorías que desarrolló antes de llegar al gobierno, pero no lo ve necesario en Álava en donde con el recorte puro y duro, parece que nos arreglamos, “de momento”. Bien es cierto que aquí se apostó por una actualización del impuesto de patrimonio que el Partido Popular no hace en el Estado, lo que vuelve a señalar las diferencias entre la sucursal y la casa matriz. No vamos a comentar las actuaciones del “verso suelto” que tenemos como alcalde en relación con el cierre de Garoña, o el traslado de la estación de autobuses, decisión que se intenta adaptar al tiempo y al “espacio vacío” existente, que diría Oteiza, con la apertura de nuevos carriles de circulación que mitiguen el descalabro de la decisión inicial. Todo sea por esa Green Capital que ya tiene sede oficial, con inauguración y agasajo a los ilustres invitados, tipo “gretel”, es decir peladillas y vino ecológico. ¡Qué alegría!
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