sábado, 15 de septiembre de 2012

VUELTA AL CURSO.



¿Pero al curso de qué? Al curso de los acontecimientos que a cada momento se suceden en este ensombrecido país y que dejan sin resuello al más pintado. Una economía de la que desconfía todo el mundo: unos porque saben lo que está pasando y otros porque, sin tener idea, nos tememos lo peor. Una justicia vacilante y tantas veces arbitraria que confunde los derechos con la venganza en la aplicación de las penas. Una configuración del Estado que ahora parece no gustar a nadie, unos porque quieren la independencia como remedio a todo y otros porque quieren volver a aquel estado centralista y jacobino cuyas decisiones pasaban siempre por la Puerta del Sol de Madrid. Unos partidos políticos que quieren consolidar su vocación de aparatos de poder tomando decisiones al margen de la opinión de las personas que los integran e incluso liquidando a la disidencia, cuando la hay, por el mero hecho de serlo. Unos gobiernos que salvo muy pocas excepciones, siguen al dictado las consignas que llegan de los poderes económicos que siempre perjudican más al que menos tiene. ¡Haremos lo que Dios manda! – clama Rajoy – y deja desconcertada a una audiencia que no sabe lo que le viene encima. - Los pensionistas son los más débiles, así que no se tocarán las pensiones, “de momento”- y en este “de momento” presentimos la certeza de la bajada inminente. ¿Cómo quieren que tenga alguien confianza? Hasta la reforma laboral que ha aumentado los despidos, EREs y demás procedimientos liquidatorios a favor del empleador, fue ensalzada por un Presidente que no se plantea, ni por asomo, la Cuestión de Confianza e insiste, una y otra vez, en la maldad del déficit público, que él mismo alimenta enviando al paro a profesores, médicos y trabajadores públicos y privados. – No es hora de algarabías – contesta a la pregunta sobre las ansias de mayor autonomía para tomar decisiones o independencia para ello, como si propuestas no ortodoxas con el poder establecido solo fueran “ruido” y ganas de molestar su inanidad dolosa. ¡Dejad descansar en paz al Presidente!

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